El pasado 25 de mayo, en Argentina, celebramos la revolución de 1810. Aquel histórico día estaba lloviendo a cántaros. Se trataba de una lluvia con olor a soberanía, precursora de una futura independencia.
No puedo dejar pasar por alto un hecho interesante en esta parte de la historia argentina desde el punto de vista de la traducción.
Uno de los excepcionales revolucionarios y participantes clave fue Mariano Moreno. Sus pensamientos e ideas influyeron en gran parte en la Revolución de Mayo. Moreno era un racionalista, es decir estaba convencido de que la razón era la mejor forma de gobernar. En consecuencia, se puede decir que consideraba irracional estar bajo el poder de un Virrey que no representaba al pueblo ni tenía mucho poder. Además del poder ejecutivo que tenía en mente principalmente junto con Castelli y Belgrano, su objetivo era integrarse a la modernidad de la época: comerciar con Gran Bretaña y seguir el ejemplo cultural de Francia.
Me atrevo a decir que este pensamiento vanguardista en esa época se debe en parte a que Moreno fue, informalmente, traductor. Primero, tuvo que traducir para su uso personal. En la universidad, aprendió francés para poder leer grandes obras literarias, especialmente aquellas que provenían del pensamiento del iluminismo, es decir de los racionalistas. Es aquí donde descubre a Rousseau, y particularmente "El contrato social". Quedó maravillado por el estilo de este autor y sus ideas de igualdad y libertad. Tanto que, luego de fundar la Gazeta de Buenos Aires (sic.), tradujo "El contrato social" al español y publicó la traducción.
Una vez más, vemos la importancia de poder leer ideas de otras culturas y de que dichos textos estén al alcance de todos para el progreso de la patria. Por: Andrea Chetti.